miércoles, 11 de julio de 2007

Una pequeña reflexión...

Dejando un poco de lado el frío polar de Buenos Aires…

¿Han tomado conciencia de lo poco que nos encontramos desnudos a lo largo de los días?

Nos desnudamos fugazmente, en el baño cotidiano, en el cambio de ropas, en algún encuentro amoroso…¿Pero quién se acuesta a pensar, a dormir, a trabajar en casa, a escuchar música o a cocinar…desnudo? Al menos por un rato… ¿suena una locura? ¿Por qué?
Personalmente no le encuentro nada de descabellado a estar desnuda en mi propio espacio. Pero soy conciente de los impedimentos que se me cruzan en el camino.
Primero, la familia o la/s personas con quienes compartimos el hogar. ¡Qué pensarán si no les dejo entrar a mi habitación porque estoy leyendo un libro…desnuda! Y los vecinos! Como vivimos uno encima del otro, para quitarme la ropa totalmente, es necesario cerrar persianas y ventanas, asegurarse de que ningún curioso tenga acceso. Me encuentro de pronto atrincherada en mi cuarto, lejos de la noche o el día…solo para poder estar desnuda un rato…
Por último, el tiempo. Ese guardián que nos pisa los talones. Perdidos entre las obligaciones y las rutinas, a nadie se le ocurre dedicar un momento para liberar nuestras pieles de esas telas asfixiantes y molestas…
No, definitivamente, en este milenio no hay lugar para nosotros mismos…o simplemente para un cuerpo desnudo.

2 comentarios:

Gonzalo Paredes dijo...

La desnudez es la verdad, en cierto modo.

principita dijo...

Algo tan primario, tan nuestro, tan simple...a veces lo escondemos tanto....